El valor para equivocarse


Una de las cosas que nunca me canso de repetir a mis alumnos y alumnas es que se atrevan a equivocarse. Y especialmente que se atrevan a hacerlo fuera de clase.

Para aprender un idioma necesitamos una combinación de varios elementos entremezclados: implicación, constancia, interés, motivación… Pero es imprescindible que esta receta no se cocine únicamente en el contexto del aula.

 

Nuestro aprendizaje tiene que exceder las fronteras de la escuela y el uso del idioma no puede quedarse entre cuatro paredes, porque un idioma es también su cotidianidad, la cultura que lo envuelve y sobre todo su expresión e interacción.

 

Rellenar huecos en un folio lleno de ejercicios de gramática o aprendernos el pretérito pluscuamperfecto de memoria no sirve para el mundo real si a la hora de la verdad no me atrevo a pedir un café en el bar de debajo de mi casa.

Por eso tenemos que animar a nuestrxs alumnxs a que vivan el idioma en todas sus expresiones. Que hablen con la cajera del supermercado, con las vecinas de su barrio o con el frutero.

 

Y que no limiten sus conocimientos a lo que aprenden en clase, sino que investiguen, que indaguen en su contexto sociocultural. Que se empapen de cine español y música latina, que visiten alguna exposición o se acerquen el fin de semana a una fiesta tradicional.

 

En resumen: lo aprendido en el aula tiene que ser un regalo que nos permita no solo comunicarnos en un nuevo idioma sino, poco a poco, formar parte de él y de la cultura a la que pertenece.

 

Por eso nosotras, como profesoras, tenemos la responsabilidad de acompañarlos en este camino. Ayudándoles a perder el miedo a hablar, animándoles a cometer errores y, a veces, simplemente a través de un: “¡dilo como puedas y yo te ayudo!”

No Comments

Post A Comment